A pesar de que tradicionalmente se ha insistido en el fracaso de la industrialización valenciana, esta afirmación resulta ser bastante inexacta, al menos si se analizan determinados sectores productivos. Un buen ejemplo es el de la industria del papel, que vivió un momento de gran expansión en buena parte de la geografía valenciana durante el siglo XVIII y XIX, como queda patente en una reciente obra de
La tradición papelera en Valencia se remonta a la época islámica. De hecho, el primer molino papelero instalado en Europa se situaba precisamente en la ciudad de Xàtiva, adquiriendo un importante desarrollo orientado a la exportación. En el año 1154, el geógrafo árabe Al-Idrisi afirmaba que se producía «un papel del que no se encuentra parangón en el mundo y que se conoce en Oriente y Occidente». Sin embargo, tras la conquista, se recurrió cada vez más al papel importado, ante la creciente demanda y el atraso técnico de la producción local con respecto a las manufacturas extranjeras. En este contexto, el papel valenciano fue perdiendo peso, siendo sustituido por las importaciones masivas de resmas y balas de papel italiano desde el puerto de Génova.Federico Verdet Gómez.
Sin embargo, la situación comenzó a cambiar desde finales del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII. Nuevas fábricas de papel comenzaron a establecerse en el territorio valenciano, aprovechando la fuerza motriz de sus cursos fluviales, especialmente en la cuenca del Palancia. Los principales promotores fueron precisamente los grandes consumidores de papel de la época: los monasterios (entre los que destacó la cartuja de Vall de Crist) y los libreros. Sin embargo, esta producción era todavía muy concentrada y respondía a una demanda local.
Para referirnos a la producción de papel en Valencia como una verdadera industria hemos de esperar a las décadas finales del siglo XVIII. Las claves para este despegue hemos de buscarlas en diferentes disposiciones políticas, especialmente orientadas a la sustitución de importaciones y a la introducción de algunas mejoras técnicas, como la pila holandesa o la mejora de las técnicas de blanqueado. La estrecha conexión entre la fabricación del papel y la presencia de manantiales y cursos de agua facilitó la creación de diferentes distritos industriales en la mayor parte de cuencas fluviales valencianas, entre los que sobresalió la comarca del Alcoià-Comtat. Además, la tradición artesanal (fundamentalmente textil) de las regiones valencianas contribuyó a la expansión de la industria papelera, gracias al trasvaso de capitales, infraestructuras y mano de obra de uno a otro sector. Pero, sin duda, el mercado colonial y la demanda de papel para el Asiento del Real Sello y, sobre todo, para el Estanco del Tabaco fueron el verdadero revulsivo para la manufactura papelera valenciana desde finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX.
Sin embargo, los nuevos tiempos frenaron el dinamismo de esta actividad industrial. La transformación vivida por la industria durante el siglo XX provocó una profunda renovación de esta actividad económica, rompiendo con la manufactura papelera tradicional. Las innovaciones tecnológicas y el uso de nuevas fuentes de energía provocaron el surgimiento de nuevos centros industriales, más próximos a la costa y los grandes núcleos urbanos. La industria papelera valenciana en el siglo XX siguió manteniendo sus rasgos definitorios: el predominio de la pequeña empresa y la resistencia a la introducción de innovaciones tecnológicas; aunque estos dos factores, a priori negativos, no impidieron la supervivencia de esta manufactura. En el contexto de la segunda mitad del siglo XX, las grandes industrias papeleras, como Papeleras Reunidas o San Jorge no tuvieron un gran recorrido a pesar de su mayor tamaño, mientras que otras industrias más modestas sobrevivieron a la crisis, gracias a su mayor dinamismo o capacidad de adaptación, como es el caso de Payá o La Clariana.
En la actualidad, la industria del papel en Valencia es un sector en plena transformación, que, como ya hizo en el pasado, ha tenido que reorientar su producción hacia otros mercados, como el del cartón. En las zonas tradicionales, como el Alcoià-Comtat o la Hoya de Buñol-Chiva, esta actividad ha desaparecido o tiene una presencia casi testimonial. Sin embargo, en estas regiones queda la huella de la industrialización valenciana y subsiste un importante patrimonio industrial, susceptible de ser recuperado y puesto en valor por parte de las autoridades competentes. A pesar de que, en ocasiones, las promesas y buenas intenciones son sólo papel mojado.
Información generada por Las Provincias, Daniel Muñoz. Última actualización 22/03/2015