La antigua central lechera de Clesa, elevada como uno de los máximos exponentes de la arquitectura industrial madrileña, ha dejado atrás el fantasma de la demolición una vez que la Comisión Local de Patrimonio Histórico de Madrid haya decretado su protección a través de su catalogación en el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid. Lo hizo el pasado 10 de abril.
Hasta la fecha, la construcción no contaba con ningún tipo de garantía al respecto, y su cierre en el año 2012, tras entrar la empresa en concurso de acreedores, adivinaba la aparición de la piqueta. De hecho, Metrovacesa, que compró el terreno, estudiaba levantar en la zona un complejo residencial. Sin embargo, su plan se encontró con una corriente de profesionales de la arquitectura afanados en salvar la fábrica.
Instituciones como Docomomo –Documentation and Conservation of buildings, sites and neighbourhoods of the modern movement–, el Colegio Oficial de Arquitectos y, cómo no, la Fundación Alejandro De la Sota, autor del rescatado recinto entre 1958 y 1961, y Premio Nacional de Arquitectura en 1974, han sido los artífices de que el derribo no se produjera. Dentro de su obra, con una superficie de unos 16.000 metros cuadrados, se protegerán unos 9.000, repartidos entre los elementos originales de la edificación. Así, quedan blindadas las dos naves principales, reconocibles por sus características claraboyas, y el espacio destinado a la zona de oficinas y vestuarios. Para tal elección, el criterio que se ha seguido es que se constituyera un conjunto coherente, además de la presupuesta consideración arquitectónica. En ese sentido, quedan fuera de la protección las construcciones que no cuentan con esa ponderación y las que se sumaron al volumen primigenio a lo largo de sus cuatro décadas de vida.
En marzo de 2014, ABC informaba de la lucha que la Fundación Alejandro de la Sota había iniciado para evitar la demolición de la fábrica. En busca de respuestas, explicó su directora, Teresa Couceiro, se dirigieron a la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad, a la Dirección General de Vivienda y Rehabilitación y al ayuntamiento.
La premisa –ahora alcanzada– era que en el nuevo Plan de Urbanismo se incluyeran este y otros elementos de arquitectura contemporánea tan desprotegidos como lo estuvo en su día la Pagoda de Miguel Fisac. Hubo algunas propuestas en esos términos; en 2005, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, entonces concejal socialista en Madrid, solicitaba elaborar un inventario de la arquitectura industrial madrileña con valor cultural.
Uso residencial y sanitario
Una vez resuelta su protección, el paso siguiente es determinar qué usos se le van a dar al espacio. Según fuentes próximas a Comisión de Patrimonio, se barajan varias opciones, aunque no hay determinado un uso concreto y se insiste en que sólo son hipótesis y que no hay ningún proyecto presentado.
En cualquier caso, se habla de que la antigua fábrica de Clesa mute en una zona residencial –ajustada a la idea inicial de Metrovacesa–; en una de oficinas; o en un espacio destinado al uso sanitario. Según ha podido saber ABC, una opción en ese sentido es el Hospital Ramón y Cajal, colindante con la finca, ubicada en la avenida del Cardenal Herrera Oria. Su interés obedece a un empleo complementario a su actividad, con un aprovechamiento no tanto médico como sí relativo a la investigación y la docencia.
La Pagoda de Fisac, un precente que no gozó de la misma suerte
La Pagoda de Miguel Fisac er aun edificio muy característico de Madrid, marcado por sus formas singulares, que albergaba junto con otras edificaciones la sede de los laboratorios jorba. Fue vendido, junto con toda la parcela donde se situaba, en 1999 al grupo inmobiliario Goldman Sachs. Como la antigua fábrica de Clesa, no contaba con ningún tipo de protección en el catálogo municipal, por lo que nada pudo frenar la orden de demolición. Ocurrió a pesar de las protestas de los asquitectos, del propio Fisac y de la opinión pública.
Ante la presión popular, el entonces alcalde José María Álvarez del Manzano ofreció al maestro comprarle el proyecto de su pagoda y reconstruirla en otro punto de la ciudad, sin determinar. Una opción a la que el arquitecto se negó categóricamente. La Pagoda desapareció para siempre; ahora sólo queda en el recuerdo y en los libros de historia de arquitectura.
Información generada por ABC.es, IGNACIO S. CALLEJA / SARA MEDIALDEA. Última actualización 18/04/2015