En los libros de texto de Geografía se decía que en Sevilla, a finales del siglo XIX y principios del XX, había una próspera industria sombrerera. Al parecer, fueron los franceses que se establecieron en la zona los que la impulsaron. Lo cuenta Esteban Roche, descendiente de uno de los fundadores de Sombreros Fernández y Roche, Antonio Roche Verdugo. Lleva cuarenta y seis años en la empresa, desde que entrara con sólo catorce y es la memoria viva de la evolución del pequeño taller artesanal de su familia en una gran industria, tras la fusión con otras tres empresas más del ramo. «El documento más antiguo que conozco data la fundación en 1885. Se llamaba entonces Fernández y Roche, Sucesores de Manuel Chazeta. Los talleres estaban en la calle Maravillas y posteriormente fueron adquiriendo fincas colindantes. En sus instalaciones llegaron a trabajar hasta quinientas personas, la mayoría residentes en viviendas ubicadas en las proximidades del centro de trabajo, con lo que fue muy importante su contribución socioeconómica a la ciudad y especialmente a la zona, el noroeste del casco antiguo sevillano, elegida mayoritariamente a finales del XIX para la radicación de industrias».
El sinsombrerismo
Todo iba como la seda para la industria sombrerera, donde en España se contabilizaban hasta ochenta fábricas, cuando, según las crónicas, el duque de Windsor mandó parar y puso de moda el sinsombrerism o. Fue a mediados de los años veinte del siglo pasado y la aparente frivolidad de ir destocado ocasionó el cierre de numerosas fábricas en todo el mundo. Fue entonces cuando cuatro fábricas españolas decidieron hacer frente a la crisis económica y se fusionaron. Corría el año 1930 y allí estaban convencidos de que la unión hace la fuerza los propietarios de las empresas sevillanas Sombreros Fernández y Roche y Sucesores de C.L. Palarea; la granadina Industria Sombrerera y la catalana Hijo de Jorge Graells Llansana. «Así surge ISESA (Industrias Sombrereras Españolas, S.A.) que en aquel momento de desconcierto económico para el sector arrojó unas cifras de producción enormes: 8.000.000 de kilos de conejo y liebre para producir 80.000 kilos de pelo, 500.000 conos de fieltro, 300.000 sombreros terminados, 100.000 kilos de filete (piel de conejo y liebre una vez quitado el pelo) para cola gelatina y 200 toneladas de desperdicio para abonos. Por entonces daba empleo a 800 personas en tres centros de trabajo, uno en Barcelona y dos en Sevilla, para con los años trasladar todas las actividades, concretamente en 2005, a la calle Castilla La Mancha del Polígono Industrial Los Llanos, en Salteras, Sevilla».
Dice Esteban Roche que desde sus orígenes un porcentaje elevado de la mano de obra es femenina. «Venían las mujeres a trabajar con los niños en los capachos. Sí, esa estampa que tanto aparece en las cigarreras también era habitual en nuestra fábrica. El motivo puede estar en que tradicionalmente de las labores de costura se han encargado las mujeres, pero también porque es un trabajo que por su horario se puede compatibilizar con las tareas de la casa. Nuestra industria es fundamentalmente manufacturera, sin embargo, pese a los avances técnicos, mantiene un importante componente artesanal, por lo que requiere mucha mano de obra y de alta especialización. Al no existir escuelas de capacitación profesional en este gremio, la formación corre a cargo de la empresa».
Asegura que el sector sigue siendo negocio.«De momento sí, aunque es complicado porque la industria textil está muy castigada y sobre todo porque somos poco competitivos con otros países. La clave de nuestra supervivencia es que nos propusimos la meta de la calidad, desde el primer momento. Con artículos baratos es más fácil que te barra la competencia, además, si te quedas estático, el cliente te fuerza a innovar».
Gran nivel de exportación
Esteban Roche, a quien acompaña en la entrevista Miguel García, el joven director de ISESA, no puede ocultar su orgullo cuando habla de que actualmente las exportaciones absorben cerca del 80% de la fabricación y tienen como países destinatarios los Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón e Israel. «Hasta 1980 prácticamente la totalidad de las exportaciones era de fieltros en bruto para su posterior transformación en sombreros, pero desde esa fecha las ventas al exterior han derivado hacia la de sombreros terminados, con el consiguiente valor añadido». ISESA tiene uno de sus mejores clientes en la comunidad de judíos ortodoxos de los Estados Unidos e Israel. Además de todas estas actividades, la empresa inició en 1962 otra de carácter comercial basada en la distribución de artículos extranjeros relacionados con los sombreros. «Asimismo -añade- hemos abierto un departamento de Exportación. Queremos introducirnos en Alemania y Francia, y participar en las ferias del sector que se celebran en distintos países europeos».
Información generada por abcdesevilla.es, Clara Guzmán. Última actualización 20/07/2010.