La Bandera de España ondeó ayer por última vez en el histórico edificio de la Fábrica de Artillería. Habrá quien piense que con tan significativo acto castrense se abre un nuevo capítulo en la larga historia de la monumental edificación, pero nada hay mas lejos: la vieja Fábrica de Artillería hace años, demasiados, que languidece sin que nadie se haya preocupado por ella, ni en Sevilla, ni en Andalucía, ni en España, pues incluso ministerios como el de Cultura miraron para otro lado cuando desde Capitanía General se coqueteó con sus responsables para mostrarles las bondades que tendría como inigualable zona museística.
Lo que ahora se hace, simplemente, es darle un cerrojazo ficticio; un punto y seguido al día en que su actividad industríal echó el cierre.
A su alrededor se han levantado demasiados proyectos que no han llegado a ningún sitio, mientras otros, perentorios para Sevilla, duermen el sueño de los justos. Baste con el ejemplo de la Ciudad de la Justicia, parcheada con alquileres multimillonarios por parte de la Junta, e incluso la malhadada biblioteca del Prado, paralizada por los Tribunales por el empecinamiento de levantarla sin atender a razones y, lo que es más grave, sin la sensibilidad que hubiera requerido poner en uso universitario la Fábrica, lo mismo que se puso la Pirotecnia.
En torno a la Fábrica de Artillería hay demasiadas sirenas cuyos cánticos ocultan la histórica desidia que rodea al que probablemente es el más antiguo enclave industrial de Sevilla, pues no se olvide que en aquel rincón fundió Bartolomé Morell la Giganta que corona la Giralda.
Precisamente por eso, el arriado de la Bandera de ayer tiene un significado mucho más profundo que el simple traslado de una oficina militar a otro lado: es el inicio de la cuenta atrás para salvar uno de los mejores edificios de Sevilla, antes de que sea demasiado tarde.
Información generada por abcdesevilla.es, José Luis García. Última actualización 15/06/2010.