Se anticipó incluso a la mítica y famosa disyuntiva del futuro económico de Motril ejemplarizada con la frase ‘monos o biquinis’ que se puso sobre la mesa en la década de los Sesenta del pasado siglo. Entre 1957 y 1958 comenzó la construcción de la que hubiera podido ser la industria de transformación más importante del sur de Granada ya que, por aquellos años, se necesitó el trabajo de más de 150 personas para alzar la infraestructura de la refinería de aceites de Industria Sur, S.A. La fábrica se edificó en terrenos de Obras Públicas, hoy de dominio público portuario, a escasos metros de la conocida como playa del Cable y lindando con un reducido grupo de casas que ya formaban el primer núcleo habitado del barrio de Santa Adela.
Precisamente, sus vecinos recibieron esta pasada semana, coincidiendo con las fiestas del barrio, la noticia que llevaban años esperando: Ha comenzado de demolición del vetusto edificio y cuerpo principal de la fábrica, convertido desde hace muchos años en un amasijo decrépito de hierros oxidados, podridos y en un emblema visual del Motril sin turismo. La fábrica, en primera línea de playa, representaba lo que jamás debería haber sido la entrada natural a una zona turística. Aunque se cerró definitivamente en los años Ochenta sus ruinas aún seguían recordando aquellos años negros en los que la refinería vertía, según denunciaban los vecinos, al mar.
A Mari Carmen, una vecina de Santa Adela de toda la vida y cuya vivienda está cercana a la actual plaza del barrio se le escapa una expresión de felicidad al ver las máquinas derribar la fábrica: «¡No me lo puedo creer!». Una frase de alivio que resume la lucha de un barrio contra la vieja refinería.
Lucha vecinal
A pesar de la pujante actividad económica de la fábrica durante sus tres primeras décadas, el barrio se levantó en armas un año detrás de otro contra ella, harto de que la silueta siniestra de la refinería se alzase desafiante sobre las pequeñas casitas blancas. A la fábrica, el barrio le achacó toda suerte de problemas, desde los persistentes olores hasta las manchas que le quedaban a la ropa tendida en las azoteas. «Aquello ya no era más que un nido de problemas -explica el director del Puerto motrileño, Francisco José González- y de hecho, una de las primeras intenciones del presidente Ángel Díaz Sol fue quitar esas ruinas de en medio».
Rescate
A la Autoridad Porturia, por cierto, le ha costado muchos desvelos poder intervenir para iniciar el derribo por la compleja y dilatada situación judicial en la que quedó el conjunto fabril tras su cierre (envuelto en problemas cuyos principales afectados fueron trabajadores y acreedores). Desde que el Puerto de Almería-Motril se convirtió en la Autoridad Portuaria independiente de Motril se intentó rescatar la concesión administrativa de la fábrica, un proceso que quedó paralizado hasta que no han podido resolverse los diferentes procesos judiciales que afectaban a la fábrica.
Finalmente, este mismo año se ha producido ese rescate y la Autoridad Portuaria ha ordenado los trabajos de derribo, que arrancaron hace apenas unos días. «Teníamos muy claro que debíamos derribar algo que no quiere nadie», comenta González.
En efecto, la demolición se está realizando con todos los permisos y autorizaciones, comenzando por la propia Junta de Andalucía y contando con que la parte susceptible de demolición (el cuerpo principal edificado) carece de valor industrial, histórico o económico.
Los trabajos están resultando lentos a los ojos de cualquier ciudadano pero razonables, según explican desde el Puerto, sí se tiene en cuenta que la estructura metálica se encuentra en un pésimo estado de conservación y que hay elementos, como las viejas uralitas, revestidas de amianto, que exigen un tratamiento ambiental severo. «Desde luego, se está siguiendo escrupulosamente toda la normativa para que los restos derribados pasen el correspondiente tratamiento de residuos», asegura el director.
En pocas semanas, las ruinas de la vergüenza habrán desaparecido para siempre del horizonte de la principal entrada a la zona más turística de la ciudad. Una zona marginada siempre de las tarjetas postales porque el óxido y el abandono se alzaban tras las tapias en las que, desesperadamente, se afana por crecer alguna enredadera raquítica. Sin embargo, la demolición no se extenderá al conjunto de depósitos de mediana altura que forman parte del complejo y que se encuentran en bastante buen estado.
Lo suficiente como para ser aprovechados por alguna empresa que quiera optar por instalarse en la zona pero durante un corto periodo de tiempo, pues el plan estratégico del Puerto ya tiene diseñado un uso completamente distinto para esa porción de suelo hoy industrial y que acabará por tener un destino náutico-deportivo.
El plan director perfilará las obras que marcarán el futuro del Puerto y que cambiará radicalmente la fisonomía de la zona portuaria más cercana a Santa Adela y playa del Cable, convirtiendo espacios otrora industriales en un área de expansión recreativa vinculada con la actividad náutica; el sueño de una porción urbana y de playa que parece sempiternamente olvidada. «Mientras tanto claro que puede venir una empresa y usar aquello, pero lo vemos difícil porque ya no se pueden dar concesiones a largo plazo», sentencia el director del Puerto de Motril.
Información generada por ideal.es, Fermín Anguita. Última actualización 02/09/2010.